Ayer chateando con una amiga que vive en Caracas, y que acaba de perder a su papá, le comentaba que ante su pérdida hay que dejar que aflore la pena, pues es un proceso, llorar, estar triste, pero recordando también que luego hay que permitir que la pena se vaya.
Y le conté lo siguiente:
Cuando papá murió yo la pase muy mal, pues yo estaba muy seguro de que él no moriría, para mí él era como inmortal, tenía esa fijación en mi mente, siempre fue muy fuerte.
Después de su operación de hernia inguinal, una cosa que para nada podía representar el fin del viejo, no se pudo recuperar, no salió de la anestesia. Luché con él por 24 días en su cama de terapia intensiva del hospital, tratando de que se lograra este milagro, pero no se pudo, me pareció muy injusto.
Finalmente cuando murió, me dejó deshecho. Entonces, después de algunos días de desconcierto, empecé con una rutina muy negativa, todas las noches, al llegar yo del trabajo, cuando ya todos en la casa dormían, me iba al balcón, me acostaba en el sofá verde de flores anaranjadas y amarillas, y viendo la silueta de El Ávila, me ponía a llorar desconsoladamente la ausencia del viejo, lo hacía en una dinámica extraña, pues mientras mas lloraba, más miserable me sentía, no tenía ningún alivio, era horrible. Este regodeamiento en el dolor me estaba haciendo mucho daño, se había vuelto una verdadera rutina, me sentía infinitamente solo, pues pensaba que no tenía a nadie a quien mostrarle ese dolor tan irracional y autodestructivo, sin que me diera vergüenza o algo así, aunque no lo creas, esto duró casi un mes.
Una noche después de mi sesión de llanto desconsolado, me acosté y empecé a soñar con papá, era un sueño muy especial, extremadamente vívido, muy nítido y casi real, lo vi caminando hacia mi desnudo, muy radiante, con actitud plena, tenía una cura pequeñita en su barriga, en la zona de la operación y andaba muy sonriente, como siempre.
* Me preguntó: ¿Me ves?
- Le respondí en el sueño muy emocionado "SI"
* ¿Y como me ves?
- "Perfecto"
* Bueno, pues así mismo como me ves, es que estoy.
Quiero que a partir de hoy pares de llorar, pues si lo sigues haciendo me preocupo por tí y no puedo disfrutar de mi bienestar.
¿Me prometes que ya no lo harás más?
- Claro papá, te prometo que no lloraré más.
* Yo quiero lo mejor para ti, pero me tienes que dejar ir.
-Claro pa.
Se volteó, empezó a caminar, dándome la espalda, después de algunos pasos, se volteó de nuevo hacia mí, me regaló una gran sonrisa de felicidad y esta vez se fue para siempre.
Al día siguiente me sentí verdaderamente renovado, sentí que tenía un compromiso conmigo mismo, con los míos y con la vida. ¡Renací!
Mas nunca volví a llorar como lo venía haciendo todas las noches, me alivié mucho, y mis noches empezarón a ser normales, aunque debo confesar que aún, por la misma razón, pero muy esporádicamente, la debilidad se apodera de mi y echo alguna que otra lagrimita por allí, pero con mucho cuidado de no volver a molestar al viejo, no vaya a ser que con mi impertinencia haga que papá deje de disfrutar plenamente su eternidad.