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lunes, 26 de noviembre de 2007

Mi mama si inventaba

El olor del café mañanero en la casa de mi niñez, era embriagador, aún lo recuerdo con asombrosa claridad, como si fuera ayer, cada vez que me sucede esto, se me nota, pues no puedo evitar poner cara de tonto soñador enamorado de la vida, pero es que las cosas buenas de la vida son para recordarlas, sin importar el tiempo que haya pasado, y les digo que ya hace bastante tiempo que dejé de ser un niño, aunque aquí entre nos, aún trato de seguir siéndolo, a veces lo logro y les confieso que cuando sucede me siento muy bien.

De estas épocas recuerdo que todos los días, bien temprano, antes de ir cada uno a lo suyo, en mi casa asistíamos al brindis mañanero de los viejos, mi hermanos Carmelina, Mario y yo participábamos como publico de galería, pues la bebida nos estaba aún prohibida, éramos muy muchachos todos, y veíamos con respeto, como día a día se repetía este bello rito lleno de amor, en el que papá y mamá, bebían la oscura infusión, sentados en el patio, escuchando atentos y comentando interesados, el noticiero de campanita que transmitía Radio Continente desde muy temprano todos los días. Esta era una estupenda antesala a todos esos buenos días que ellos sabían disfrutar y nos supieron dar.

Luego, al irse papá al trabajo, mi mamá me acicalaba para dejarme pepito, pepito para cuando llegara el gran autobús amarillo del Sr. Manolo, mi flamante transporte escolar, que me llevaría en un gran periplo cincunvalatorio y casi infinito, a mi amado colegio Nuestra Señora de Pompei, por allá en la Alta Florida.

Mi mamá era verdaderamente creativa, ella hacía cosas increíbles, y aplicaba esta creatividad a mis desayunos, cosa que a mi me alegraba mucho, pues aprendí a deleitarme como un sibarita desde esa temprana edad. De estos desayunos inventados por mi mamá, había uno en particular que me hacía delirar, y es que no era para menos.

Los días en que mamá me preparaba este desayuno especial, lo hacía en un proceso que a mi se me antojaba místico y lleno de amor, pues iba a la Panadería Villafranca, a una cuadra y media de la casa, en la esquina de Peláez, si la misma del famosísimo chichero que tiene allí toda la vida. Pedía un chocolate de avellanas Savoy, y siguiendo un proceso preestablecido, procedía a sacarlo del envoltorio, lo ponía sobre el mostrador y esperaba pacientemente, a que salieran del horno los humeantes panes de a locha, el sr. Juan que conocía el ritual, escogía uno tostadito, lo abría por la mitad y se lo daba a mi mamá, quien sin perder tiempo, cogía el chocolate y se lo ponía dentro, lo cerraba, lo envolvía en una servilleta y lo metía en una bolsa de papel, caminaba rapidito de regreso a la casa y me lo daba listo para comer, así que al momento de tenerlo en mis manos, la temperatura del pan había derretido completamente el chocolate, convirtiéndolo en una pasta de chocolate con avellanas, simplemente deliciosa. Aún recuerdo que si por alguna razón, no me había terminado de comer mi estupendo “chocopan”, y me tocaba terminármelo dentro del transporte, todos los otros niños se ponían verdes de la envidia, yo los veía cambiar de colores, pero ni caso les hacía.

Como hijo de gato caza ratón, a mi hijo Daniel, que tiene ahora ocho años, le encanta desayunar pan cuadrado con Nutella, el otro día, después de verlo gozando un mundo con su otra versión de chocopan, y después de muchísimo tiempo sin hacerlo, metí en el horno un pistolet, que es como eran los panes de a locha de mi época, le puse Nutella e inmediatamente vinieron a mi mente todos esos bellos recuerdos, me imaginé a mi Filo, acercándose a mi con su bella sonrisa, estirando el brazo para ofrecerme gentilmente el delicioso desayuno, me sentí nostálgico, pero muy afortunado de poder tener recuerdos tan especiales y cargados de amor.

Recordando me puse a sacar cuentas, concluí que mi mamá me empezó a hacer estos desayunos de pan y chocolate derretido cuando yo estaba en 3er grado, o sea en el año 1963, esto me dio muchísima curiosidad, así que me dispuse a averiguar en internet. Y voilá, resulta que la empresa Ferrero sacó al mercado el primer frasco de Nutella en abril de 1964.

Se me cayó la quijada al piso y solo logré decir:

¡¡¡Coño!!! Mi mamá inventó la Nutella.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

...lo bueno...



Lo bueno de caminar hacia la luz
Es que las sombras se van dejando detrás


Y eso es lo que haremos, emprender los siguientes veinte años juntos, como siempre, como otra etapa más, como cuando se pasa del bachillerato a la universidad, así, unidos y viendo hacia la luz, para que las sombras no nos molesten; tal vez alguna vez nos volteemos para recordarnos de ellas, pero entendiendo que están donde nosotros queremos, detrás.

El amor requiere de sacrificios, pero cuando amamos nada es sacrificio.

Brindo con alegría e inmenso amor por los siguientes veinte años de nuestras vidas.


Viendo la diferencia abismal que hay en las fotos, no se puede negar que estamos mucho mejor ahora. Veinte años practicando, son una experiencia muy importante, y esto se refleja en el semblante.