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domingo, 2 de octubre de 2011

Una visita muy esperada

Hace tiempo que no porto por estos lados, pero aquí estoy, adaptándome a los cambios. Este post, este va de alegría y reencuentros, de vacaciones y buenos tiempos.

Lo bueno de bloguear es que es como manejar bicicleta... No nos olvidamos de como se hace.

No los voy a atormentar contándole las muchas cosas ocurrieron en todo este tiempo, es lógico, después de haberse librado de mi por esta larga ausencia, no los voy a castigar así, pero al menos algunas si se las contaré. Es bueno compartir.

Hace poco nos visitó mi hermano Mario, se pasó casi un mes aquí, ese reencuentro fue algo muy especial para mi, después de haber pasado varios meses, aún me resulta difícil explicar la gran emoción, esa sensación especial de complementación, la comodidad y el gran orgullo que me produjo esta esperada presencia. Nos contamos todo lo que ya nos habíamos contado por teléfono, claro, es que en vivo es diferente, poder vernos mientras nos decimos las cosas me resulto una experiencia necesaria, ya teníamos demasiado tiempo sin vernos.







Mario y yo turisteábamos y nos movíamos con soltura, disfrutando como unos muchachos. Al tour lo pudiéramos llamar: “Holanda en un Panda”, que era nuestro fiel “carrito de repuesto” y así cómodos y seguros paseamos por muchas ciudades enseñándole lo obligado y muchas cosas más. Y como siempre ocurre, Ámsterdam lo cautivó y con razón, el día de la reina fue un abreboca que le mostró el carácter mas festivo, liberal y desenfrenado de los holandeses, cosa que yo ya conozco; después volvimos varias veces a Ámsterdam, visitamos el barrio rojo o red light district pero de manera pasiva, ¿Ustedes entienden? Disfrutamos del barrio chino, admiramos las fachadas torcidas de las casas antiguas de la ciudad, que amenazan con caerte encima, pero no lo hacen. Y así nos dejamos imbuir por el descarado magnetismo mágico que tiene esta ciudad, su charm, la libertad que se respira y se ejerce, su belleza, su gente, en fin, Ámsterdam es simplemente irrepetible y se reinventa en cada visita que se le hace, así lo apreció él.




En la Haya nos comimos las mejores pizzas turcas del mundo entero, recién hechas, a mi aún se me hace la boca agua y me pregunto como algo tan simple puede ser tan delicioso. Luego visitamos la ciudad, el palacio real, su centro estupendo y algunos sitios de interés, que son muchos, quedando encantados con esa encantadora ciudad, desde donde además despacha mi amiga Beatrix.

En Utrecht, ciudad de estudiantes y vida nocturna intensa, después del tour obligado por el centro donde admiramos su arquitectura, caminamos por Oude Gracht que es un sitio increíble que evoca historias románticas de tiempos difíciles, tomamos café y terminamos en el restaurante griego del centro, cerca del Dom comiéndonos unos shoarmas de pollo con salsa de yogurt, tan exquisitos que no tienen descripción posible, sin que evoque mentalmente la palabra orgasmo, como el sandwich famoso aquel, del que ya les hablé una vez.




Así, con gran alegría compartimos un millón de cosas, visitamos un montón de sitios, hicimos muchas fotografías, fuimos al mercado y comimos pescado frito o lekkerbek en la calle, como se hace aquí, paseamos mucho en la moto, fuimos a Ikea varias veces y como complemento obligado, comimos albóndigas y papas fritas al estilo danés con salsa de champiñones y mermelada de arándanos y hasta hicimos varias veces mercado en Albert Hein como la gente normal que vive aquí.

No puedo dejar de mencionar el suculento almuerzo que preparó especialmente para nosotros mi amigo Luciano, del restaurante San Giorgio, de lo mejor de Amersfoort, donde atendimos a su invitación personal y como siempre, se lució preparándonos la mejor pasta de la historia de la humanidad, claro, después de la que hacía Filo, o sea mi mamá. “Luciano grazie caro amico”, este fue un momento muy especial en el que compartimos un buen rato como tres italianos que se encuentran en un sitio ideal de este buen mundo posible.

Todo esto y muchas cosas mas lograron llenar nuestros bolsillos de buenos recuerdos.

Mario, desde este pedacito de tierra de flores, quesos amarillos y buena gente, te mando un gran abrazo de hermano, agradeciendo mucho el que nos hayas dispensado esta increíble visita, donde me volviste a demostrar que no hay nada mejor que la familia, te quiero un montón y ya tengo muchas ganas de verte otra vez.