Aprendiendo… aún…
Últimamente las ocasiones especiales se están dando con cierta frecuencia, convirtiendo la monotonía de lo cotidiano, en interesantes encuentros con personas fuera de serie, que en una sola vez son capaces de mostrarnos cuan bella puede ser la vida, indistintamente de las condiciones que se tengan.
La experiencia que les voy a relatar es rigurosamente cierta, aún en los detalles mas mínimos, me ocurrió la semana pasada en el restaurante.
El martes pasado hacía calor, de ese que te hace sentir agobiado y empegostado, mucha humedad y altas temperaturas son una pésima combinación para el confort; el restaurante había estado muy tranquilo, pocos comensales, pues la gente prefiere ir a las terrazas y estar al aire libre disfrutando del buen clima.
Cuando aún la noche era joven, entró al local una pareja, de esas que irradian felicidad, sabiéndose ambos profundamente enamorados, plenos; sonreían de manera integrada, permitiendo ver a los dos unidos en esa forma especial de ver la vida que tienen los elegidos.
Me pareció que podían tener entre 35 y 40 años de edad, aunque tengo que reconocer que no soy muy objetivo haciendo estos cálculos, a mi la gente siempre me parece menor, sobre todo si se muestran tan felices, no se porqué, pero yo siempre relaciono la felicidad con la juventud, ¿Será que tienen algo que ver?
Una vez empezaron a cenar, disfrutaban como unos niños, alababan la comida, hablaban, reían, reían y conversaban, como si estuvieran en el medio una gran aventura, cada vez que me veían cerca de la mesa me decían “Meneer, dit is heel lekker”, Señor esto está bien rico! Constantemente hacían juegos entre ellos y también con nosotros, pero juegos inteligentes, de doble sentido, de esos en los que después de un instante, lo entiendes y te ríes, todos disfrutábamos de la compañía de la pareja y ellos de la comida, de la atmósfera del restaurante y porque no decirlo, también de nosotros.
La señora me hizo una seña con la mano, me acerqué y me dijo: Mi esposo dice que le gusta la camarera, es muy agradable y “se ve” muy bien, arrancamos todos a reírnos de la ocurrencia del señor.
En el ambiente se empezó a percibir olor a gas, el cocinero y yo chequeamos para buscar el origen del olor, no llegamos a descubrir de donde provenía, así que decidí llamar a los bomberos. La responsabilidad es muy grande, en menos de 10 minutos, se desplegó un “discreto” operativo, dos camiones cerraron la calle y mas de ocho bomberos dentro del restaurante revisaban con sus detectores la posible fuga de gas. En el medio de todo este operativo nuestro amigo, le preguntó a un bombero, que pasaba, el bombero contestó que no se preocupar que era una revisión de rutina: Ahh ok! ¿me podría regalar un cigarrillo por favor? Todos soltamos la carcajada, luego detuvo a otro diciéndole: Por favor si va ocurrir algo avíseme, no quisiera tener que “ver” algo horrible que pudiera traumatizarme para el resto de mi vida y todos los bomberos y nosotros nos reíamos del chiste.
Conclusión de los bomberos: No hay ninguna fuga de gas, el olor deber ser por otra causa. Quédense tranquilos que no va a pasar nada.
"Hace casi cinco años estuve en Benidorm, en España, en agosto vamos de nuevo, pero me temo que lo voy a ver todo igual" Así estuvo toda la noche, sus ocurrencias no se veían en absoluto fuera de lugar, por lo contrario hacia que todos apreciáramos con mucha admiración su buen humor.
Al momento de despedirnos, no lo pude evitar y le comente que admiraba mucho su manera envidiable y especial de apreciar y disfrutar la vida.
Amigo mío, me dijo, hay una pequeña diferencia entre los demás y yo, los demás usan sus ojos sanos para ver, yo en cambio uso todo lo demás, los que ven con los ojos no necesitan usar la percepción, yo en cambio si, y eso me permite ver muchas mas cosas de las que se ven normalmente con los ojos.
La experiencia que les voy a relatar es rigurosamente cierta, aún en los detalles mas mínimos, me ocurrió la semana pasada en el restaurante.
El martes pasado hacía calor, de ese que te hace sentir agobiado y empegostado, mucha humedad y altas temperaturas son una pésima combinación para el confort; el restaurante había estado muy tranquilo, pocos comensales, pues la gente prefiere ir a las terrazas y estar al aire libre disfrutando del buen clima.
Cuando aún la noche era joven, entró al local una pareja, de esas que irradian felicidad, sabiéndose ambos profundamente enamorados, plenos; sonreían de manera integrada, permitiendo ver a los dos unidos en esa forma especial de ver la vida que tienen los elegidos.
Me pareció que podían tener entre 35 y 40 años de edad, aunque tengo que reconocer que no soy muy objetivo haciendo estos cálculos, a mi la gente siempre me parece menor, sobre todo si se muestran tan felices, no se porqué, pero yo siempre relaciono la felicidad con la juventud, ¿Será que tienen algo que ver?
Una vez empezaron a cenar, disfrutaban como unos niños, alababan la comida, hablaban, reían, reían y conversaban, como si estuvieran en el medio una gran aventura, cada vez que me veían cerca de la mesa me decían “Meneer, dit is heel lekker”, Señor esto está bien rico! Constantemente hacían juegos entre ellos y también con nosotros, pero juegos inteligentes, de doble sentido, de esos en los que después de un instante, lo entiendes y te ríes, todos disfrutábamos de la compañía de la pareja y ellos de la comida, de la atmósfera del restaurante y porque no decirlo, también de nosotros.
La señora me hizo una seña con la mano, me acerqué y me dijo: Mi esposo dice que le gusta la camarera, es muy agradable y “se ve” muy bien, arrancamos todos a reírnos de la ocurrencia del señor.
En el ambiente se empezó a percibir olor a gas, el cocinero y yo chequeamos para buscar el origen del olor, no llegamos a descubrir de donde provenía, así que decidí llamar a los bomberos. La responsabilidad es muy grande, en menos de 10 minutos, se desplegó un “discreto” operativo, dos camiones cerraron la calle y mas de ocho bomberos dentro del restaurante revisaban con sus detectores la posible fuga de gas. En el medio de todo este operativo nuestro amigo, le preguntó a un bombero, que pasaba, el bombero contestó que no se preocupar que era una revisión de rutina: Ahh ok! ¿me podría regalar un cigarrillo por favor? Todos soltamos la carcajada, luego detuvo a otro diciéndole: Por favor si va ocurrir algo avíseme, no quisiera tener que “ver” algo horrible que pudiera traumatizarme para el resto de mi vida y todos los bomberos y nosotros nos reíamos del chiste.
Conclusión de los bomberos: No hay ninguna fuga de gas, el olor deber ser por otra causa. Quédense tranquilos que no va a pasar nada.
"Hace casi cinco años estuve en Benidorm, en España, en agosto vamos de nuevo, pero me temo que lo voy a ver todo igual" Así estuvo toda la noche, sus ocurrencias no se veían en absoluto fuera de lugar, por lo contrario hacia que todos apreciáramos con mucha admiración su buen humor.
Al momento de despedirnos, no lo pude evitar y le comente que admiraba mucho su manera envidiable y especial de apreciar y disfrutar la vida.
Amigo mío, me dijo, hay una pequeña diferencia entre los demás y yo, los demás usan sus ojos sanos para ver, yo en cambio uso todo lo demás, los que ven con los ojos no necesitan usar la percepción, yo en cambio si, y eso me permite ver muchas mas cosas de las que se ven normalmente con los ojos.
Si las puertas de la percepción estuvieran abiertas
Veríamos las cosas tal cual son: Infinitas.