El miércoles me tropecé con Luciano, del restaurante italiano, uno de los pocos amigos que tengo en estas latitudes, con quien comparto muchos ratos, cafés fuertes y conversaciones amenas e interesantes. Claro también me toca a veces escuchar sus quejas. Recientemente se fracturó el brazo, aún se le hincha y le duele. Pero esto no es todo, pues también me calo como un santo, las catarsis de sus ansiedades, por haber él dejado hace poco el cigarrillo, esto ya es bastante, pero por los amigos se puede hacer cosas así y a veces hasta peores.
El caso es que nos alegramos mucho por el reencuentro casual, teníamos casi dos semanas sin vernos, me invitó a comer, y yo contentísimo, pues siempre que me invita, se luce creando platos exquisitos, no es de dudar, tomando en cuenta que el es uno de los chef mas importantes de la ciudad. De solo pensarlo empecé a sentir un torbellino de emociones gustativas que me sacudieron el cerebro.
Seguro que abriría una botella o dos de buen vino y pasaríamos una velada sabrosa y entretenida. Le dije, como no Luciano, claro que si, pero primero tengo que pasar por la casa y luego vengo de etiqueta. Eso, me salió espontáneamente del alma. Y así fue, me lo tomé en serio, y mientras iba rodando hacia la casa pensaba, me pongo el flux azul marino de lino y la corbata nueva, azul celeste de lunares rosados, me vestí como para buscar trabajo. Lo que pasa, es que me estaba debiendo varias celebraciones personales, y esta era una buena oportunidad para hacerlo, en un ambiente apropiado y con un buen amigo.
Me vestí de gala, hasta me calcé esos zapatos italianos que tanto me gustan y que suenan con cada paso, para que se enteren que andas por allí, colonita de la del día del padre y voilá listo. Me sentía muy bien, asistiendo a mi celebración privada bien trajeado. Tomé la moto y velozmente, emprendí viaje a degustar las sorpresas de mi amigo.
Al entrar de traje y corbata, me preguntaron que a donde iba, que si me iba a casar o estaba buscando un novia. Nada de eso, solo vengo a comer aquí. Nos fuimos al bar y Luciano abrió una botella de Chianti Classico San Fabbiano Calcinaia, exquisito, dos copitas allí y nos fuimos a la mesa. Al momento, llegaron los crostini, de noble pan mil granos casero, tostado, con cubitos de tomates cherry, trocitos de tomates secos, albahaca fresca, mozzarella de búfala, aceite de oliva de primera prensada y vinagre balsámico de Módena de doce años, esto no podía ser mejor como entrada.
¡Un poco mas de vinagre!, le pedí al amigo Pantera, quien veloz se acercó y al girar la botella, salieron disparadas dos gotas gordas del oscuro elixir, y Murphy mediante, una terminó en el cuello de mi camisa y la otra concluyo su vuelo, aterrizando en el medio de uno de los lunares de mi corbata de estreno, dejando una mancha circular indeleble, pero no importa, aunque se que la corbata era irrecuperable, no dejé que empañara mi celebración, me olvidé de inmediato del accidente y me dedique con intensidad y sin pausa a degustar los exquisitos pancitos con nombre propio.
Después de terminarnos el estupendo Chianti, pasamos a un blanco Frescati Superiore Villa Dei Preti del Lazio, no somos de vinos blancos, pero este estaba muy bueno.
Como primer plato, una ensalada con patas de king crab, pulpo, y vegetales crujientes, en un dressing de miel, nueces picadas, dille, aceite de oliva y balsámico. ¡Dios! esto era un deleite digno de ser disfrutado con detenimiento.
Finalmente, para coronar la cena, llegaron sendos platos de pargo al grill, en una cama de vegetales del huerto, sal marina de Cerdeña, cuatro pimientas, un toque de finas hierbas y velo de aceite de oliva. No hay palabras…
Al terminar de comer no quedaban razones para seguir con el vino blanco así que cambiamos a un tinto apto para la meditación. El anfitrión abrió con orgullo una botella de Amarone Monte Faustino del Veneto, lo tomamos con holgura, moviéndolo con calma y ritmo, para aliviar los rigores del encierro entre el cristal y el corcho, disfrutándolo a plenitud, como es debido. Me lo temía, me propuso un exquisito tiramisú, pero me tuve que negar, pues no podía seguir pecando preso de la gula.
Las razones para celebrar eran varias, la primera y no por eso la mas importante, es haber roto definitivamente la relación con mi socio anterior, de verdad que se siente uno muy bien, cuando te armas de razón y decides terminar con las cosas cuando no son lo que te esperabas, esto me ha hecho sentir muy liviano, orgulloso y contento conmigo mismo.
La otra es que el proyecto del nuevo restaurante va mejor de lo que se esperaba, y pronto estará abierto.
Otra cosa para celebrar son las calificaciones de mis dos hijos, Daniel de ocho años va muy bien en su colegio, así como Andrés que salió muy bien en su primer año de bachillerato, realmente existen otras razones pero por cábala me las reservo
En el periplo de celebraciones, que ya se empiezan a perecer a unas fiestas patronales, ayer tuvimos un mini blog meeting en la casa de los De Wekker- Calcines, del blog
“Pasándola en Holanda” en La Haya, nos acompañó la amiga Laura, estupenda chica, inteligente y flamante escritora del blog
Venezuela Descubierta, su esposo muy ameno, amigable y conversador, holandés que maneja perfectamente el español, quienes venían de Montecarlo, donde viven, nos deleitamos hasta la saciedad, con una estupenda parrilla, pinchos de pollo y de lomito, hamburguesas, chorizos, chistorras y yuquita, nos nutrieron opíparamente. De postre helado de vainilla con frutas y chantilli y para cerrar con broche de oro, unos estupendos cafés, con unas divinas barquillitas de chocolate, todo esto de las manos de las maravillosas Alejandra y María del Valle, mi esposa. La pasamos buenísimo, es que con esa compañía era imposible que fuera de otra manera, gracias por el buen rato.
De derecha a izquierda Juan Carlos, Alejandra, Laura y yo
Ahh se me olvidaba, otra buena razón para celebrar en grande, con flux y corbata, es que ayer 07/07/07, este “Peor es Nada” cumplió tres años.