Pedal y pedal
Sin que hubiera una razón especial, sino la simple intención de mejorar mis condiciones físicas, conservar la buena salud, ¡claro! y además tomando en cuenta que desde hace bastante tiempo ya no tengo veinte. He tomado la decisión de aplicar unos pequeños cambios a mi cotidianidad, por esto desde hace dos semanas, dejé descansar la moto y todos los días, sin escatimar, ni tomar en cuenta frío, viento, cansancio, flojera, fastidio o lo que sea, me estoy desplazando ida y vuelta al trabajo en bicicleta, esto representa hacer dieciocho kilómetros cada día, en dos tandas, nueve de ida y lo mismo de vuelta y la cosa va muy bien.
Es muy diferente salir esporádicamente en bicicleta, en paseos turísticos, a hacer picnic, sin presión de tiempo y con la única razón de pasar un rato agradable y sin estrés, y otra es “echarle piernas” por mas de cuarenta minutos, sin parar de pedalear y sin amilanarse, para poder llegar a tiempo al trabajo, es fuerte pero muy gratificante.
Me resulta muy estimulante saber que puedo desplazar mi humanidad, con la simple, pero potente tracción de mi par de piernas. Esto me hace sentir que casi no hay límites, que puedo llegar hasta donde me de la gana, solo con pedalear y querer seguir haciéndolo hasta llegar.
Cada día el viaje representa un pequeño reto de resistencia y fuerza, pues vivo en una zona de la ciudad que está en un pequeño declive, lo que se traduce en un ascenso en la ruta de ida, hay zonas en las que hay que apretar, cambiar la velocidad para mantener el ritmo y seguir sin aminorar la velocidad, aunque a veces sienta que no puedo más, hasta ahora nunca me he detenido, y allí precisamente creo que está el verdadero reto, no flaquear, darle duro, sin ver mucho hacia adelante, concentrado y escuchando buena música, ese es mi secreto y llego todos los días feliz al trabajo lleno de una energía renovadora y sintiéndome mejor cada día.
Cuando me desplazo en la bicicleta, en mi mente hiperactiva afloran recuerdos de sueños infantiles, y siento como si fuera un caballero, que armado de piernas, corazón y mi corcel de hierro, lucho contra el clima y las condiciones que tratan de vencerme, para impedir que logre mi objetivo. A veces la lluvia me golpea la cara, como miles de agujas, intentando encontrar dentro de mi, el origen de la fuerza y anularla. Otras veces el viento soplando en contra, logrando casi detener mi marcha, y cuando siento que ya no puedo más, de mi hipotálamo emanan ordenes imperativas, que hacen que saque de donde no las hay, fuerza y furia para continuar sin detenerme, retando y venciendo con descaro las poderosas fuerzas de la naturaleza.
Es muy diferente salir esporádicamente en bicicleta, en paseos turísticos, a hacer picnic, sin presión de tiempo y con la única razón de pasar un rato agradable y sin estrés, y otra es “echarle piernas” por mas de cuarenta minutos, sin parar de pedalear y sin amilanarse, para poder llegar a tiempo al trabajo, es fuerte pero muy gratificante.
Me resulta muy estimulante saber que puedo desplazar mi humanidad, con la simple, pero potente tracción de mi par de piernas. Esto me hace sentir que casi no hay límites, que puedo llegar hasta donde me de la gana, solo con pedalear y querer seguir haciéndolo hasta llegar.
Cada día el viaje representa un pequeño reto de resistencia y fuerza, pues vivo en una zona de la ciudad que está en un pequeño declive, lo que se traduce en un ascenso en la ruta de ida, hay zonas en las que hay que apretar, cambiar la velocidad para mantener el ritmo y seguir sin aminorar la velocidad, aunque a veces sienta que no puedo más, hasta ahora nunca me he detenido, y allí precisamente creo que está el verdadero reto, no flaquear, darle duro, sin ver mucho hacia adelante, concentrado y escuchando buena música, ese es mi secreto y llego todos los días feliz al trabajo lleno de una energía renovadora y sintiéndome mejor cada día.
Cuando me desplazo en la bicicleta, en mi mente hiperactiva afloran recuerdos de sueños infantiles, y siento como si fuera un caballero, que armado de piernas, corazón y mi corcel de hierro, lucho contra el clima y las condiciones que tratan de vencerme, para impedir que logre mi objetivo. A veces la lluvia me golpea la cara, como miles de agujas, intentando encontrar dentro de mi, el origen de la fuerza y anularla. Otras veces el viento soplando en contra, logrando casi detener mi marcha, y cuando siento que ya no puedo más, de mi hipotálamo emanan ordenes imperativas, que hacen que saque de donde no las hay, fuerza y furia para continuar sin detenerme, retando y venciendo con descaro las poderosas fuerzas de la naturaleza.