
Lo que mas detesto de nuestro viaje anual de vacaciones a España, es pasar por
Paris, aunque sólo la esquivamos por un lado, siempre hay unas colas casi infinitas. La primera vez que lo hicimos, hace tres años, nos calamos nada mas y nada menos que tres horas de tráfico pesado con un calor infernal y un poco menos fue al año siguiente. Pero este año, no le iba a pasar a Paris por un lado, sino que iba a entra en ella, como uno mas de los millones de turistas que la visitan cada año.

Me esperaba un tour de tres días y dos noches preparados por María y los niños. Fue una verdadera sorpresa. Cuando nos acercábamos a Paris, vi extrañado que empezaron a consultar mapas de carretera y así de la nada me indicaron que me saliera de la autopista, no había ninguna razón para hacerlo, me negué de tajo, imaginando que si me salía de la autopista iría directo a otra mega cola. En ese momento, ante mi posición radical de seguir el camino de siempre, se desveló el secreto que por semanas me tenía intrigado y era el hecho de regalarme por mi cumpleaños esta estadía sorpresa en la ciudad mas visitada del mundo. Así que bueno, me salí de la autopista por donde me dijeron y... voilá… no había cola. Llegamos al hotel cerca del mediodía, nos acicalamos y arrancamos en fa, nos esperaba Paris con 37 grados centígrados.

A escasos metros del hotel la estación del
Metro de Paris, y allí nuestra primera gran aventura con la cruda realidad parisina, pero este no es el relato que me ocupa ahora, así que seguiré por donde venía. El primer punto de nuestro periplo parisino, era la visita obligadísima a la
Torre Eiffel, Tengo que decir que fuimos muy afortunados, pues aunque no pudimos subir a ella, porque estaba atiborrada de turistas, nuestra visita coincidió con la celebración del aniversario de La
Toma de la Bastilla. Así que imagínense. Toda una gran celebración. En la plaza superior de dicha torre, había una exposición de vehículos militares, donde Andrés y Daniel se deleitaron de lo lindo, encaramándose en cuanto perol verde veían, poniéndose cascos,

lentes protectores, guantes y cualquier cosa que veían dentro de los autos blindados y anfibios. ¡Que gran aventura! Uno de los militares nos escuchó hablando en español, nos saludó y hablamos un rato con el y nos invitó a que no nos perdiéramos los fuegos artificiales a las 10:00 de la noche, nos explicó como debíamos hacer para tener un buen sitio de observación.
Caminamos, caminamos, caminamos, caminamos, caminamos, caminamos, caminamos, caminamos, tomamos café, caminamos, caminamos, nos hidratamos, caminamos, caminamos, caminamos, almorzamos en un restaurante chino buenísimo, y luego caminamos, caminamos, descansamos y caminamos, caminamos, caminamos, todo el mundo dice que en Europa se camina muchísimo, y yo les aseguro que es cierto, luego fuimos al sitio que nos indicó el militar hispano parlante.
Nos ubicamos estratégicamente en L'Ecole Militaire, no muy adelante, ni muy al centro, para tener una vía de escape fácil, por si salía algún Zidane a repartir cabezazos por allí, uno nunca sabe. Aquí tuvimos nuestro segundo encuentro con la realidad parisina, pero como ese no es el relato, seguiré con lo que les venía contando, tal vez luego les explique lo de la realidad parisina.

Como es verano, anochece muy tarde. Por exceso de luz, el evento que debía arrancar a las 10:00, empezó a las 11:00, una hora mas de espera, además de la hora y media que ya teníamos esperando, pues nos echamos dos horas y media pagando platón. Pero les confieso que valió la pena tanto sacrificio, puedo decir sin temor a ser exagerado que nunca en mi vida he presenciado algo tan espectacular, no hay palabras para definir lo impresionante de los fuegos artificiales y luego la coordinación de estos con la selección musical. No dejaba de pararme los pelos. Se vivieron grandes emociones con el espectáculo.
Terminó tardísimo y ahora nos tocaba desplazarnos hasta el metro. Ja! se dice fácil. Nunca había visto en mi vida tanta gente junta, eso era un mar de gente, no sólo por la cantidad, sino porque su desplazamiento te llevaba, como la corriente del mar a donde ella quería. Afortunadamente y por pura suerte llegamos a la boca del metro y… vimos mas o menos cinco millones de personas entrando a la estación. Ya esto era demasiado para nosotros que veníamos de la tranquila ciudad holandesa de Amersfoort, decidimos tomarnos una cervecita mientras bajaba la marea. Mas o menos una hora después, al bajar la densidad de pasajeros, bajamos a las profundidades del metro parisino, aquí si se siente uno bien cerca del infierno, un operador del metro, al vernos las caras de turistas que teníamos, nos agarró por los brazos, nos unió a todo el grupo familiar, como si se tratara de un desastre natural, y nos llevó hasta un punto de la estación, frente a donde supuestamente se detendría el vagón, nos dijo: "No se muevan de aquí, cuando llegue el vagón móntense" Impresionante, al llegar el metro, estaban todos los vagones atiborrados de gente, menos el de la puerta que se detuvo delante de nosotros. Eso si, esto no impidió que en la próxima estación la cosa se llenase hasta convertirse en una multitud que no daba espacio al oxigeno para respirar, y aún así le gente se seguía montando en el vagón, los detalles con respecto a los aromas, no lo voy a relatar.

Llegamos muy cansados al hotel, pero aún así al día siguiente teníamos que madrugar,
el Museo de Louvre nos esperaba. Dormimos como unas piedras y nos levantamos como unos reclutas, ducha, desayuno de hotel y metro parisino… again… llegamos al museo. Yo siempre había tenido una gran expectación por el Louvre, y les confieso que una de las cosas que mas me interesaba del museo, aunque les parezca una tontería, era la pirámide de cristal que corona el patio central del complejo, y que desde 1989 se

había convertido en la entrada al museo. Esta pirámide fue diseñada por el arquitecto norteamericano de origen chino
Ieoh Ming Pei, siempre me había intrigado de que manera el arquitecto había integrado la ancestral, pero al mismo tiempo moderna pirámide al museo y de verdad me quedé con la boca abierta al descubrir que una de las obras de arte mas interesantes del museo era precisamente esta pirámide.
Lo demás ya todo el mundo lo sabe, un día es muy poco para conocer un museo tan grande como magnifico, así que fuimos a las salas mas emblemáticas del museo, sala de antigüedades egipcias, sala de antigüedades griegas etruscas y romanas. Les debo confesar que cometí una pequeña fechoría, le tomé una foto a la Gioconda, cosa que está prohibidísima,no se desde hace cuanto, lo hice sin flash, guillado claro, pero aún así fui descubierto

por un guardia que me recordó que hacer fotos de la Monalisa no estaba permitido. Disfrutamos mucho la visita, sobre todo Daniel, mi hijo de siete años, quien quedó muy impactado al descubrir que las momias no estaban envueltas en papel higiénico.
La programación del tercer día nos llevaría, entre otras cosas a visitar: Les Invalides, caminar por el Pont Alexander y de vuelta Notredame, a
Le Père Lachaise, o el cementerio donde se encuentran varios personajes famosos. No podía dejar de ver la tumba de mi ídolo Jim Morrinson, el cantante de The Doors, su tumba se ha convertido en sitio

de peregrinación de amantes convencidos del rock. Este cementerio es un pequeño recinto que alberga los restos de muchos artistas, escritores, políticos y celebridades de un pasado no muy lejano, aquí se pueden visitar las tumbas de Moliere, Oscar Wilde, Alexander Dumas, Anatole France, Pablo Picasso, Charles de Gaulle, Pasteur, Victor Hugo, Voltaire, Miguel Ángel Asturias, Honore de Balzac, María Calas, Charles Chaplin, Frederic Chopin, Isadora Duncan, Joseph Gay-Lussac y otros muchos mas.
París es una ciudad inimaginable, con unos espacios que convidan al disfrute y al amor por la vida, es una ciudad inspiradora, pero para su desgracia la ciudad también está llena de parisinos.
Los parisinos son muy amargados, no sonríen, son maleducados, cuando caminan se llevan a la gente por delante, no piden disculpas. No importa si al que atropellan es a un niño o a una viejita, simplemente cada quien cree que es mejor que los demás. Esta fue la parte triste de la visita a la llamada ciudad luz, que tiene los ciudadanos mas desiluminados que he visto en mi vida.
Y para cerrar mi foto de la Monalisa, eso si, no se pongan muy exigentes que las condiciones no eran las ideales.