Aventura sin fin

Decidimos comprar dos motos pequeñas usadas, para tener libertad de acción y también porque aquí la gasolina es muy cara, 1,15 euros el litro. En Holanda, (no estoy seguro si en toda Europa), hay una clasificación especial para las motos, "fiets" es bicicleta, "bromfiets" es bicimoto de 25 a 50 cc, llevan una placa anaranjada en el guardafango delantero y van a máximo 30 Km/h, luego las "brommer" con la placa amarilla y van máx a 45 km/por hora. En el bromfiets no es obligatorio el uso de casco, pero en las brommer si, además se está obligado a ir por el canal de bicicletas. Luego están los "motoren", que son las motos normales de mas de 50 Km/h y mas de 125 cc, que se manejan como un carro normal, no pueden meterse entre los carros, el cumplimiento de todos estos límites está muy controlado por la policía

En consonancia con las fiestas navideñas, le compré a María como regalo una bromfiets, marca Tomos, aquí hay muchísimas, son muy buenas, livianitas y fáciles de conducir, la verdad es que ella está muy feliz, ahora va rauda y veloz (a 30 km/h) a su trabajo, al colegio con el pequeño y a veces con los dos.

Quedaba pendiente otra para mi, y como un juego de amigo secreto entre nosotros dos, le tocaba a María comprarme la mía, en principio iba a ser otra Tomos, pero yo quería algo un poco mas robusto, por pura vanidad, así que nos dedicamos a buscar una Piaggio Velofax, que me gusta mucho mas, vimos varias, pero ninguna nos convenció, hasta que encontramos una a buen precio y casi nueva, negociamos por mail con el vendedor y decidimos comprarla, sin tomar en cuenta consecuencia alguna, así como diciendo, "ya vamos a salir de eso".

La Tomos la compramos en Delf, a 87 km, la pudimos traer en la maleta del carro y perfecto, llegamos en 1 hora a la casa, sin problemas. Con la Piaggio era totalmente diferente, pues pesa mucho más que la Tomos, para transportarla acostada en la maleta había que sacarle los fluidos, demasiado enredado, además de que no cabe en el maletero, decidí que me la traía manejándola.

La Piaggio está en Den Haag (La Haya), a 90 km de la casa. Nos pusimos de acuerdo con el dueño para buscarla el martes pasado a las 5 y 30 de la tarde, mi hijo mayor de 11 años se quiso venir conmigo.

Y aquí es donde comienza la aventura. Tomamos el tren desde Amersfoort a La Haya, yo me empecé a preocupar un poco pues en este contexto, 90 km me parecía mas o menos lo que hay entre polo y polo de la tierra, el tren tardó mas de una hora, pero bueno, yo tenía que mantenerme firme, no me iba a amilanar ni echarme para atrás y decepcionar a Andrés negándole esta gran aventura.

Luego de llegar a la estación central de La Haya, tomamos el tranvía, otros 25 minutos de paseo, alejándonos más del objetivo final, nuestra casa en Amersfoort. La Haya se ve distinta cuando vas en tranvía, es muy bonita, las calles están llenas de esculturas, y la arquitectura es muy moderna.

Siguiendo las instrucciones del dueño de la Piaggio, nos perdimos, pero lo resolvimos con una llamada de teléfono y nos fue a buscar en su carro. Sorpresa, nos dice que aunque la Velofax tiene placa anaranjada de bromfiets de (25 km/h), realmente es una brommer de placa amarilla, o sea va a mas de 45 Km/h, deberían ponerse casco y tener cuidado con la policía, pues si descubren esto te multan.

A estas alturas del viaje, decidí continuar en esas condiciones, después de las revisiones pertinentes, procedimos a salir hacia la casa, le pedimos algunas indicaciones de cómo ir a Amersfoort, la esposa nos anotó los nombres de las ciudades por las que teníamos que pasar, así que nuestro viajecito tenía la siguiente circunvalación Den Haag, Zoetermeer, Moordrecht, Gouda (de donde son los quesos famosos), Woerden, Utrecht y finalmente Amersfoort.

La verdad es que no nos fuimos muy apertrechados en ropa abrigada, pues aunque es invierno, no hacía mucho frío, luego descubrimos que aunque hacían entre 6 y 10 grados, en la moto se siente mucho mas el frío, aunque nada del otro mundo, fue soportable.

Quería que Andrés se sintiera chévere con la aventura, para el debió haber sido algo increíble, nos paramos en la primera bomba, le echamos gasolina, compramos chocolates y galletas, yo me tomé un chocolate caliente y Andrés como buen gourmet, probándolo todo, se compró una sopa de tomate en sobre, en la misma maquina de café self service, sirves un vaso con agua caliente, echas el contenido del sobre y voilá, sabía un poco a poliuretano pero bueno, a el le gustó. Continuamos nuestro viaje, no iba a ser la única parada de la noche.

Por esas cosas de la vida, cuando se toma una decisión, se le resta importancia a todo lo demás, María y yo sacamos una cuenta ligerísima, si la moto va a 30 Km/h y son 90 Km. pues llegaremos a mas tardar en 3 horas y media, tomando en cuenta los imprevistos. Aquí me enteré que es imposible mantener una velocidad constante con este tipo de vehiculo, el canal de bicicletas no es una autopista, en algunos sitios está un poco irregular y hay que bajar la velocidad, en los centros poblados y en las ciudades no podíamos ir a la velocidad máxima, la luz de la moto no es como una de un carro y pare usted de contar. Además por lo menos cinco veces no encontrábamos la continuidad de la vía hacia nuestro destino final, toda una aventura, después de varias paradas, papi párate para descansar que no puedo más, o me quiero tomar algo y otras mas. El viajecito turístico o la gracia tardó en concluirse más de 6 horas y media. Al llegar a la casa a Andrés y a mi nos dolía todo, pero estábamos felices, nos sentíamos casi héroes, de esos que hacen una expedición al polo sur y además lo logran.

Todo esto se compensó por varios lados, yo en particular sentí que los límites nos los imponemos nosotros mismos, además aún puedo emprender una aventura un poco loca como esta. Para Andrés pues creo que esta podrá ser una bonita experiencia para recordar, ojalá y así sea, a los dos nos permitió vivir esta nueva experiencia y además turísticamente, les digo "que bonita es Holanda". Todavía nos duelen las sentaderas, pero valió la pena.