El incendio de Alejandría

En mi último viaje a España, en julio del año pasado, como siempre fue aprovechado, entre otras cosas, para apertrecharme de libros, que me permita estar abastecido de lectura en español hasta el próximo viaje, donde inexorablemente haré lo mismo otra vez. Aquí en Holanda es muy difícil conseguir libros en español y los que se consiguen no son los que se andaban buscando.

En esta oportunidad, en una pequeña librería del centro de Gijón, en Asturias, estaba revisando que libros comprar, y como buen “brejetero”, le pedí una recomendación a la señora que atendía, quien sin dudar ni un segundo me dijo: llévese este, estoy segura que le va a gustar, me extrañó mucho la sugerencia, pues el libro solo costaba 3,50 Euros. Mas acertada no pudo haber sido la señora, hacía mucho tiempo que no me tropezaba con una exquisitez como esta, es un libro verdaderamente bellísimo, con una narrativa y un tema central que embelesaría a cualquier lector, no les voy a hablar aquí de particularidades del libro, ni remotamente intentaría hacer tampoco una aproximación a una crítica, simplemente les recomiendo ampliamente el libro, estoy seguro de que después de leerlo, muchos de ustedes estarán de acuerdo conmigo.

A continuación trascribo dos párrafos de él, para que puedan apreciar la belleza, profundidad, valor político y filosófico de los que están llenas sus páginas.

Observar el cielo es, aún en nuestros días, un oficio tan peligroso como el del soldado. Más tal vez, pues el astrónomo está solo, sin un ejército que lo respalde. Solo ante los príncipes que, no contentos con reinar sobre la tierra, desearían convencer a todos de que su trono les ha sido entregado por los cielos; solo ante los sacerdotes y los oráculos, que temen que la explicación del movimiento de las estrellas o el anuncio de un eclipse desvelen los misterios sobre los que basan su poder; solo ante los terrores y las supersticiones del pueblo, que considerará al astrónomo culpable de los seísmos, inundaciones, hambrunas, sequías, pues se ha atrevido a aventurarse por los dominios de los dioses y los demonios…

Y sin embargo, el astrónomo sigue explorando el cielo, recorriendo los astros, cabalgando los planetas, contemplando el Sol cara a cara. Allá arriba, olvida la mazmorra o el hacha del verdugo que le amenaza.

El Incendio de Alejandría de Jean-Pierre Luminet