Ok, está bien, lo asumo

Hace como tres años, mi hijo mayor, hoy de once años se sentó en mis piernas, se me quedó viendo fijamente, y luego de pensar un poco me preguntó: ¿Papá porque tienes el pelo transparente? ¿Que clase de pregunta era esa? ¿Cómo que el pelo transparente? Si, es que ahora se te ve la cabeza.

Eso fue un golpe bajo, después de recuperarme, al tiempo, me olvidé de eso. Pero ayer el pequeño en una circunstancia similar me dijo, simplemente: Papá hoy tienes menos pelo que ayer.

Ya esto era demasiado, así que ante esa doble circunstancia no me queda otra alternativa que asumir que soy calvo y ya está. O sea, la semana que viene me corto el pelo como se lo cortan los calvos, casi al cero y andaré por allí caminando orgulloso con mi copete de cuero, sin importar "el que dirán". Aunque les confieso, viviendo en Holanda el pelo hace falta, sobre todo cuando hace frío y eso ocurre ocho de los doce meses del año, así que empezaré a frecuentar las tiendas de cachuchas, gorros y sombreros para proteger mi calva de las inclemencias del clima holandés.